El secreto de Hugo

Entró después de un día muy duro en el bar de siempre, La Lente. Es curioso, siempre había pensado que con las lentes se veía mejor. Se ve que la del bar debía de estar mal graduada. Dentro se encontró, como no, con Hugo. Era imposible que Hugo no estuviese en La Lente poniéndose a tono. Al fin y al cabo, hoy era sábado por la noche, y eso es lo que hace un obrero con su asqueroso sueldo un sábado por la  noche, al menos en esta ciudad. Nunca había estado en otras ciudades, pero seguramente hicieran exactamente lo mismo, por muy oscura que fuera su piel o por muy rasgados que tuviesen los ojos. Tal vez bebieran una bebida diferente, pero igualmente se sentarían en un bar a ponerse a tono, y eso es exactamente lo que hacía Hugo.
Hugo estaba de espaldas a la puerta, sentado en la mesa que estaba más alejada de la barra. «Así que hoy Hugo está tristón», pensó. Era muy fácil saber cómo le había ido la semana a Hugo. Simplemente había que entrar en La Lente (que para estas cosas estaba graduada hasta los topes) y mirar dónde se sentaba.
– ¿Qué ha pasado, Hugo? Te veo deprimido -le dijo con la cerveza en la mano. Antes de acercarse a la mesa uno se pedía sus bebidas.
– Me pone nervioso eso de que te fijes un poco en las personas y ya sepas cómo se encuentran, ¿sabes? Para ser sinceros, me encanta también. Pero, no sé, me hace sentir observado.
– Supongo que tendrás que vivir con ello o cambiar de costumbres -se rió, la respuesta de Hugo significaba claramente: «Te estaba esperando, a ver si tardas menos en venir la siguiente vez. Toma asiento, anda.» De modo que lo hizo.
Una vez sentado, Hugo le empezó a hablar. Se veía que había estado mal desde el lunes, pero la costumbre era desahogarse los sábados por la noche, y él era un hombre de costumbres.
– Nunca me había dado cuenta, hasta ahora, de que soy un manipulador social -soltó Hugo con voz pesada.
– ¿A qué te refieres?
– Es bastante difícil de explicar -cogió su cerveza y bebió de ella grandes tragos. Mientras lo hacía, Daniel le observaba preocupado, hacía mucho tiempo que no escuchaba ese tono de voz de parte su amigo. Del silencio de Daniel surgió el de Hugo. Se miraron un rato.
– Tenemos toda la noche para que lo intentes, así que eso no es problema.

Hugo arrancó de pronto a hablar.

-Cuando estoy hablando en la pausa del trabajo con los otros, si no me gusta el tema, sé exactamente qué tengo que decir para pasar a otro. No son unas palabras concretas, varía dependiendo de con quién hablo y de qué están hablando. Tampoco tengo que pensarlo, simplemente noto una sensación característica, y tras menos de un minuto ya se está hablando de otra cosa -apuró su vaso- Si sé que unos cuantos quieren fastidiar a alguien, porque noto cuando quieren hacerlo, sé qué tengo que hacer, o mejor, siento qué tengo que hacer para que me dejen en paz. Más de una vez, de hecho, he marcado yo la víctima. Es más difícil conseguir que no hagan nada que desviar su atención hacia otra persona. Si veo que se acerca peligrosamente una situación desagradable, desvío fácilmente su atención. ¿Sabes? Normalmente intento que no hagan nada a nadie, pero si llega el caso, tengo la opción elegir a quién molestan un rato. Es horrible.
Se levantó para ir a la barra a poedir otra cerveza. Por su expresión facial, se diría que iba a ser la quinta o la sexta. Daniel se quedó quieto, bebiendo pequeños sorbos con aire pensativo. Hugo volvió a sentarse.
– Creo que eso tuyo es muy especial, es un don, Hugo -dijo Daniel- No me mires así, un don tiene su lado malo y su lado bueno.
– Ya lo sé, ya lo he pensado. De hecho -miró hacia los lados para cerciorarse de que nadie más escuchaba- creo que lo he utilizado en el nivel más básico. Creo que si lo intentara, podría llegar a manipular, sin que se diesen cuenta, a toda una ciudad, a todo un país, a todos -se puso pálido.
– ¡Hugo! ¡Hugo! Mírame. No eres ningún monstruo, piénsalo, eres un ángel. Sabías de tu don y no has hecho nada en tu propio beneficio a consta de los demás, excepto desviar a otro a unos pesados. Podrías haber buscado trabajo en la radio para que te escuchara gente de todo el país, gente que, según dices, escucharía lo que les cuentas y estaría completamente de acuerdo. Pero no lo has hecho. Tampoco te has presentado a alcalde ni nada por el estilo, aún sabiendo que tu carrera política sería brillante.
– Sí, no he hecho nada de eso.
Daniel se levantó, tirando su silla, y abrió los brazos. Hugo entendió todo y corrió a abrazarle.
– Todo este tiempo has sido un ángel, Hugo. Es difícil ser un ángel.

5 comentarios en “El secreto de Hugo

  1. Cumplo lo prometido, vengo a tu sitio y encuentro una agradable sorpresa por la calidad de tus textos. Pero este es un lugar para visitar despacio, así que con tu permiso me quedo rondando un poco. Saludos.

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    1. Cuando quieras, gracias
      un saludo

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  2. Bueno, también me tienes a mi por aquí. Iré leyendo…me gusta. Saludos.

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  3. hay mucha gente asi con esos dones y que o no saben o quieren aprovecharlos, saber psicoanlizar a la gente a tu alrededor es algo muy dificil y son pocos los que teniendolo se aprovechan de ello. un saludo cordial

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