REUNIÓN AUSENTE

Este cuento es la entrega de enero para el Origireto2020 que organizan Kathy (@MUSAJUE) y Stiby (@Stiby2). Los enlaces a sus respectivos blogs, en una entrada en la que explican las reglas del reto los podéis encontrar aquí:

http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html

http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/12/reto-de-escritura-2020-origireto.html

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Si alguno de nosotros hubiese presenciado la sala en la que se decidió el futuro de toda la especie humana, habría pensado que no tenía nada de especial: un simple cubo de nueve metros cuadrados de base y paredes color azul oscuro recubiertas de pequeñas manchas negras. Ninguno habría adivinado la enorme cantidad de minúsculos micrófonos que, incrustados en las paredes, conformaban las oscuras manchas; ni que el único mueble propiamente dicho de la desnuda sala, una esfera de color blanco lechoso, era un altavoz. Si algún ignorante humano hubiese permanecido en aquel extraño lugar, habría podido ver cómo la pequeña pelota se iluminaba, tomando un ligero azul celeste; y al poco tiempo, empezaría a escuchar sonidos que, en la lengua de una especie arcaica y poderosa, la más antigua de nuestro viejo universo, significaban:

—Atención a todos los integrantes: en cuanto hayan transmitido su consciencia a un micrófono y sean capaces de recibir esta señal de audio, activen su señal luminosa. Atención, por favor, la sesión va a comenzar…

Los poros de la pared, de manera desordenada, fueron tomando poco a poco el mismo tono que la esfera, mientras la voz mecánica continuaba hablando desde ella, pidiendo a los asistentes que tomaran posiciones. La habitación brillaba de tal forma que, si el espontáneo observador humano siguiese allí, le habría recordado al cielo despejado de un hermoso día. En un momento dado, la bola se apagó momentáneamente, para volver a encenderse unos segundos después.

—Buenos días, gracias por venir —la voz que salía de la esfera era distinta ahora, más grave y tranquila—, me llamo Yoytysu, pertenezco al comité analítico de asuntos exteriores y se me ha designado para moderar esta sesión. Para cumplir con el protocolo, les informaré de que nos encontramos en el Cubo de Congresos 6JZR, que está flotando por el espacio a mil años luz de cualquiera de las grandes capitales, en terreno neutral, según el Mandato 7.11.245. Como sabrán todos ustedes, nos hemos reunido hoy aquí para tratar los cuanto menos preocupantes cambios que están sucediendo de forma vertiginosa en el planeta Seis, para así sopesar si es necesario desarrollar un plan de invasión urgente o es mejor permanecer en nuestro estado actual de vigilancia. Para entrar en materia, trazaré un pequeño resumen de nuestros conocimientos acerca del Seis: Fue avistado por primera vez hace mil millones de años, cuando ya había vida en él. Cuando digo año, me refiero al ciclo estacionario del propio planeta alrededor de su estrella, el Sol, que equivale temporalmente a 2,67 años Keiser. Las estimaciones indican que la abiogénesis se produjo hace cuatro mil millones de años. El astro posee una gran cantidad de la molécula H₂O, la cual, junto al versátil átomo del Carbono, ha sido la base para toda estructura viviente que hemos detectado. Esto no es extraño, siendo también el caso de otros planetas en seguimiento, como el Tres, el Cuatro y el Ocho; todos procedentes del hemisferio Kratky del anillo universal.

Bajo la atenta mirada silenciosa de los micrófonos luminosos, la voz continuó explicando:

—Desde que iniciamos la observación, la evolución biológica ha sido lenta y, como era de esperar en las etapas tempranas, extremadamente frágil. Creo que no debo ser el único al que la supervivencia de la vida en el Seis ha sorprendido. Teniendo en cuenta las cinco colosales extinciones masivas que se han producido solo a lo largo de los últimos cuatrocientos millones de años, mantengo que mi intuición no iba del todo desencaminada. Pero centrémonos ahora en el estado del planeta desde la última gran extinción, provocada por el impacto de un meteorito, en la cual un setenta y seis por ciento de las especies se extinguieron. ¡Setenta y seis por ciento! Podemos observar en este ejemplo concreto la precariedad de las especies nativas; aunque hay que añadir, para ser justos, que la colisión llegó en un mal momento para ellas, ya que la biosfera se encontraba debilitada por tener que lidiar con una alteración global en el clima, lo que limitó severamente su capacidad de reacción y recuperación. Bien, tras esta catástrofe natural, el ecosistema fue dominado por los mamíferos, caracterizados por gestar los embriones de sus hijos en el interior de su cuerpo; los cuales fueron la demostración definitiva de que la información genética de este planeta es digna de tener en cuenta: cuerpos con capacidad homeotérmica, grandes habilidades locomotoras, aparato digestivo rápido y eficiente, elevadas facultades sensoriales, sistema nervioso cada vez más complejo, etcétera, etcétera. Pueden imaginar que, habiendo alcanzado este inusual grado de perfeccionamiento evolutivo, las posibilidades de que surgiese alguna especie inteligente, con consciencia de su propia existencia, se multiplicaron. No quiero alarmarles, pero estos últimos doce mil años, una especie, la Symia regem, ha formado grandes civilizaciones organizadas en torno a jerarquías estables, haciéndose con el control de todo el planeta. Hay que admitir que, llegados a este punto, un poco de autocrítica es obligatoria, ya que deberíamos haber previsto, en base a los datos recopilados, que algo así era posible y haber aumentado la vigilancia a un nivel ocho, por lo menos. Sin querer señalar a nadie, tengo que nombrar las dificultades económicas que enfrenta el comité de asuntos exteriores, aclarando que un caso así habría sido mejor llevado con más fondos y personal. Voy a dar paso ahora a Gjargjaro, uno de nuestros mejores analíticos, que ha dedicado todas sus energías a intentar comprender el Symia regem desde que tenemos noticia de su existencia.

La fría sala se quedó en silencio, mientras las diminutas bombillas de los micrófonos continuaban brillando impasibles. En ese momento, alguien extremadamente observador percibiría como una de ellas se apagaba; pero aun así le habría sido imposible ver cómo, a millones de millones de kilómetros de distancia, alguien separaba de su cabeza un repetidor de información, que le permitía escuchar una conferencia que se desarrollaba muy lejos de donde se encontraba, para atender asuntos más urgentes que una simple subespecie con aspiraciones de grandeza. Estaba cansado de que la comunidad analítica se alarmase tanto por bichos insignificantes. Hasta ahora se habían destruido todos a sí mismos al cabo de poco tiempo, ¿por qué iba a ser diferente en esta ocasión? La esfera volvió a encenderse; con todas las luces esperando sus palabras, menos una.

—Buenos días, asistentes, me alegra que valoren el problema lo suficiente como hacer un hueco en sus apretadas agendas y acudir a esta sesión. Iré directo al grano: El Symia regem es un animal increíblemente hábil; sus extremidades delanteras las dedica exclusivamente a actividades ajenas al transporte, con un pulgar oponible que le permite realizar las más diversas acciones, desde construirse una morada hasta fabricar objetos. Su desarrollo ha sido digno de admiración, ya que durante la mayor parte ha estado basada en el fatigoso trabajo manual; no se puede decir de él que no haya pasado penurias; pero eso ha cambiado drásticamente hace unos doscientos años, cuando descubrieron el principio termodinámico que permitía transformar calor en movimiento. Desde entonces, han utilizado como fuerza motriz la quema de combustibles que extraían del suelo. En cuanto a su capacidad comunicativa, me asusta decirles que se encuentran en la avanzada fase III en la escala de Irgugson, ya que llevan más de un siglo analizando exhaustivamente su lenguaje, sus límites y sus posibilidades, con un claro metalenguaje fundamentado en ese estudio. Extrañamente, aún no hay ningún rastro de dispersión cognitiva; no se ha observado a ningún Symia capaz de transferir parcial o totalmente su consciencia fuera de su cuerpo de nacimiento; pero, a pesar de ello, no deberíamos relajarnos, ya que en los últimos veinte años (lo sé, es difícil imaginarse que sucedan importantes cambios en tan poco tiempo) han inventado una especie de red de información, que les permite comunicarse a distancia e influir sobre hechos que suceden en lugares ajenos a su cuerpo físico. Me atrevería a decir que es una fase primitiva de dispersión, lo cual es muy preocupante. Nos enfrentamos claramente a una de las mayores amenazas para nuestra seguridad en los últimos dos mil millones de años.

El silencio se cargó de tensión.

—Creo que solo hay dos maneras de afrontar el problema. La primera es enviar allí a, por lo menos, sesenta naves de combate provistas de bombas de hidrógeno, para arrasar por completo la vida en el Seis. Esto supondría un enorme coste energético, ya que el Seis se encuentra a un millón de años luz de cualquiera de nuestras bases militares operativas. La creación de semejante número de bombas supondría paralizar proyectos importantes en curso, como la construcción de la infraestructura de transporte entre las galaxias Fytos y Hikklas, necesaria para paliar las hambrunas de dos planetas de Hikklas. La segunda sería, aunque pueda parecer sorprendente, esperar. Hay claros indicios, según nuestros expertos, de que la quema desmesurada de combustibles fósiles para obtener energía está alterando la composición de la atmósfera del astro, lo cual siempre acarrea alteraciones en el clima, lo que suele provocar o reforzar las extinciones. Tal vez podamos esperar unos pocos miles de años, para ver si podemos ahorrarnos el coste que supondría exterminarlos nosotros mismos. Debo recordar los famosos casos de autodestrucción que sufrieron el Dos y el Nueve para apoyar mi teoría. En mi opinión, nos merece la pena asumir ese riesgo.

Esto dio pie a un acalorado debate en el cubo, durante el cual diversas voces fueron turnándose el altavoz esférico para mostrar su opinión. La decisión que tomaron aún nos es desconocida.

Objetivo principal: Narra una historia que suceda en el espacio.

Criatura del camino: Alienígenas

Objetos: Sol y Combustible

Cuento: Pedro y el lobo.

Objetivo personal (Un estilo diferente para cada relato): Estilo de ciencia ficción dura, usando lenguaje analítico

Objetivo anual: Relato con crítica social (Cambio Climático)