EL OPTIMISMO

Me sentía cansado, y por mucho que durmiese esa sensación me acompañaba a todas partes. Es cierto que a veces me olvidaba de ella, y hacía deporte o hablaba de gilipolleces sin percibirla. Pero eso no quería decir que no estuviese ahí, dispuesta a inundarme de nuevo en cuanto bajase la guardia.

Siempre era inesperado, aunque la costumbre hiciera poco a poco que las idas y venidas de ese cansancio inútil, que solo servía para traer más cansancio hasta desaparecer, no me alarmasen.

Muchas veces he leído u oído que se supone que cuando describes, es decir, cuando expresas con palabras, una sensación, una forma de pensar, y cosas por el estilo, esta pasa a ser tangible. Incluso llegué a escuchar que “puedes tocarla entonces con tus dedos temblorosos” (sí, ya se lo que estáis pensando, pero no es culpa mía que el toque melodramático en estos temas sea tan habitual).

Burlas aparte, en cierto modo tienen razón. Siempre he sentido que todo lo que no expreso con palabras (me refiero a lo que no puedo ver ni tocar), flota en forma de nube dentro y por encima de mí. Esa nube inexplicable es simplemente eso, inexplicable. Pero casi cualquier cosa, aunque sea mal, se puede explicar.

El cansancio simplemente llegaba, haciendo que todo resultase engorroso de hacer. Absolutamente todo. Cualquier cosa parecía un suplicio, algo que requería demasiado esfuerzo. Esto se remarcaba además con el pensamiento de que incluso si se invirtiese ese esfuerzo, no serviría para nada.

Así, me quedaba quieto mientras el mundo se hacía pedazos a mi alrededor. Y es que si reflexionas un momento sobre el porqué de las cosas, así en general o aplicándolo a algo concreto, la tarea de dinamitar el pensamiento con sentido es demasiado sencilla.

Preguntándote en general, tal vez demasiado, llegas enseguida al sentido de tu vida. De la de todos. ¡Demasiado rápido te quedas sin respuesta! La gran mayoría no ha pensado en su vida sobre por qué vive, por qué se levanta todos los jodidos días para ir al colegio, para ir a trabajar o para ponerse a ver la televisión mientras come patatas fritas. Da lo mismo lo que hagan durante el día, y es que inevitablemente al eliminar el sentido de la vida también se destruye la noción de malgastar el tiempo. ¿Cómo no, si no hay manera de aprovecharlo? Pero no quiero mezclar demasiadas explosiones, volvamos a la del sentido de la vida.

Lo primero que quiero dejar claro es eso, una gran parte de la población ni siquiera se ha planteado para qué vive, lo que me parece un poco triste, o por lo menos, soso. Los que sí han lo han hecho (me da igual si se preguntaron “¿quiénes somos?”, “¿para qué vivimos?” o “¿cuál es el fin de la existencia humana?”) se dividen, simplificando las cosas, entre los que buscan desesperadamente dar una respuesta y los que, desesperados, se rinden y dejan de buscarla, llegando a la conclusión de que no la hay. El cansancio eligió rápidamente por mí (es más cómodo cuando le puedes echar la culpa a algo ajeno a ti, lo sé. Los juicios, a otro).

Los que dan una respuesta la dan o bien de forma equivocada o de forma tan vaga y abierta que no dan una verdadera respuesta. Algunos, por ejemplo, explican que el fin de la vida misma es obtener conocimiento, y no contentos con ello, se emocionan describiendo un conocimiento supremo, casi mágico, a partir del cual podrán llegar a conocer realmente el sentido de la vida. Un asqueroso círculo vicioso.

No voy a pararme mucho en respuestas como “perseguir los sueños”, “ser libre” o “alcanzar el cielo”. Sí que es más interesante la idea de que es “amar al prójimo”, “dar más de lo que recibes”, etc., pero somos demasiado egoístas por naturaleza como para que eso sea cierto, por muy bonito que suene. Un gran grupo se inclina hacia la felicidad, y la convierten en objetivo y fin del ser humano. Y es cierto que es, dentro de lo que cabe, la mejor respuesta de todas, la más humana. Desgraciadamente el mundo no es humano y solo por eso no es demasiado coherente, ya que aunque el problema lo tratemos desde nuestro punto de vista, no me es fácil llegar a la conclusión de que nuestro fin seamos nosotros mismos. Es difícil de creer que hayamos avanzado tanto (evolutivamente hablando) para poder desarrollar una inteligencia solo por un motivo tan egoísta como ser felices. Sentirnos a gusto y bien con nosotros mismos. Desde aquí quiero dejar claro que es mejor que adoptes esta respuesta y dejes de leer estas tonterías. Ya que pasas por aquí (el precioso planeta Tierra), disfruta del viaje hasta que acabe. Dicho queda.

Otros, tal vez también cansados, deciden dejarlo de una vez por todas y decantarse por lo más obvio y lo más desalentador. No hay respuesta que valga. ¿Para qué existe algo? Si de verdad existiese un Dios perfecto, no habría creado esta mierda. Habría dejado todo como estaba, en perfecta armonía. Siendo perfecto, ¿para qué complicarse y crear algo más? El resultado fue, desde luego, un desastre como para haber sido resultado de una entidad divina y omnipotente. Dios nos ama, Dios nos ama… Cuánto daño hace el amor.

Pero quiero aclarar que no odio el mundo. Al contrario, me encanta vivir. Me encantan las imperfecciones presentes aquí (las odio también, pero solo debido a mi amor por este mundo). Sé que esto puede parecer una enorme contradicción, pero creo que quedará un poco más claro más tarde.

Antes de llegar a una bonita conclusión, quiero tratar primero el tema antes mencionado del uso de nuestro tiempo. Es innegable el hecho de que la naturaleza humana está ligada a su concepto del tiempo. La razón nos susurra al oído que no estaremos aquí por siempre, que nos pudriremos en el barro cualquier día de estos. Sin embargo, también es cierto que si nuestro pensamiento consigue destacar (o simplemente nuestros actos, aunque suene menos ideal) por encima de los de alrededor aportando cosas nuevas o recordando las antiguas para aplicarlas a la actualidad, sí que podría decirse que no abandonamos este mundo sin más. Porque es fácil notar que nos suelen influenciar pensamientos de humanos anteriores que ya murieron, y que siguen presentes de algún modo en el mundo mediante su legado.

A esto aspira mucha gente, aunque no por el hecho de que su pensamiento perdurará para que los posteriores hombres (otra vez este humano manejo del paso del tiempo) puedan educarse mediante él, sino porque sienten que de este modo su vida no ha sido vivida sin más. Es decir, por un mero instinto de supervivencia intelectual, egoísta, pero al menos no del todo inútil. Para dar sentido a su vida.

Y no voy a decir que eso no lleve a nada (aunque en realidad sea cierto). Aquí mi tendencia hacia las preguntas destructivas arropa débilmente la idea de que transmitir el conocimiento sí que tiene alguna clase de sentido. No en el panorama general, por supuesto, pero sí que lo tiene para nosotros mismos, creadores y destinatarios de ese conocimiento. Por si no me he explicado bien, no tiene ninguna clase de fin que avancemos como seres humanos ampliando gradualmente nuestro conocimiento, pero no se necesita un objetivo claro para intentar mejorar lo que tan fácilmente es mejorable, como lo es el ser humano. Por decirlo con otras palabras, podemos hacerlo sin más, de gratis.

Y es que así es como somos, tan insignificantes que no poseemos ningún fin, pero a la vez tan grandes, que sabemos aportar sentidos que aunque estén dirigidos de forma egocéntrica a nosotros mismos, nos repetimos una y otra vez hasta que acabamos creyéndonos de forma casi absoluta verdades que no lo son en absoluto, ya que cumplen todos los requisitos para ser considerados opinión, al no basarse en ningún hecho ajeno a nuestras sensaciones más internas, tan subjetivas, tan cambiantes y tan nuestras.

Es obvio que de la destrucción de toda razón de ser deriven muchas corrientes del pensamiento que giran en torno a la sensación de la desesperanza total y del hastío de la vida. Y en parte mi cansancio estuvo causado, o por lo menos impulsado por los sentimientos que lleva consigo ese lado oscuro de vaciar todo nuestro saber de contenido.

Y no es una locura sentirse cansado cuando destruyes conceptos que aunque no signifiquen absolutamente nada para las rocas que pisamos, son fundamentales para la conciencia humana.

La noción de que la moral humana no es algo que vaya ligado a nosotros por el simple hecho de ser humanos, de que es cambiante, despreciada y ninguneada constantemente por los únicos con los que está relacionada; y que la intención de la mayoría de los hombres no esté guiada por una idea de bien (volvemos a los idealistas que intentaban explicar que el fin de la vida humana está ligado al bien, ya sea “ayudando al prójimo” o haciéndolo avanzar, incluyendo mediante el desarrollo de la ciencia o la purificación interna del alma a través de la meditación). Esto puede llegar a destruir los sentimientos humanos más nobles, que apuntan hacia la utopía quedándose por supuesto por el camino (ello no quiere decir que no logren avanzar).

Entramos así en un nuevo y peligroso círculo vicioso, ya que el desánimo que hacen sentir la maldad humana, o la enorme ignorancia que tanto nosotros como los que nos rodean compartimos, nos quita las ganas de intentar cambiar este triste panorama, ¿para qué, no?

Siento rabia cuando observo un poco a los de mi alrededor, incluso a veces cuando me observo a mí mismo. El ser humano es inteligente, sí, pero ¿por qué tiene tanto atractivo la estupidez? Es algo que por mucho que lo intente no me explico, en general nos da exactamente igual si lo que hacemos va en contra de los ideales de bondad que tenemos en nuestra conciencia. Siempre y cuando nos beneficie “hacer la vista gorda”, lo hacemos.

El ser humano no se rige por la razón casi nunca, siempre dejamos que nuestra intuición juzgue y decida por nosotros respecto a qué debemos hacer. No es de extrañar que un discurso político vacío pero que hace uso de demagogias llene de emoción a todo el mundo, mientras que un político (escasean) más o menos razonable, pero sin tanto carisma, no se come un jodido rosco. Así de fácil es, uno nos cae bien y el otro no, y todo lo demás da igual.

Y los intelectuales de la sociedad, esos que dedican su vida, o al menos parte de ella, a hacer avanzar nuestra especie ampliando su conocimiento (o seleccionando y repasando conocimiento de intelectuales anteriores) son en su mayoría unos gilipollas. Unos pedantes elitistas a los que les importa mucho más que lo que dicen sea acogido con un “qué inteligente” o “toma este premio literario”, a decir algo que sea verdaderamente pleno y cierto. No puedo dejar de sentir una admiración brutal por aquellos que de verdad son un ejemplo para los demás. Y no actúan como actúan o dicen lo que dicen para llegar a ser un modelo a seguir, que eso es lo mejor, sino porque han podido descubrir que si te quitas de encima todo el manto de prejuicios y piensas por ti mismo, la vida es bastante simple. Demasiado quizás.

Volviendo al sentimiento de desgana que nos produce la ignorancia y la aparente maldad del ser humano, creo que deberían producir el efecto contrario. Que queden cosas por hacer y mejorar en este mundo debería ser la mayor fuente de inspiración humana (y no se me ocurre otra que se le pueda equiparar). Como ya dije antes, un objetivo que desde el punto de vista práctico es inalcanzable nos sirve de referencia para acercarnos a él lo máximo posible.

Y es aquí cuando quiero explicar el título del texto. No creo que haya un optimismo más puro que aquel que, aún sabiendo que no existe un sentido para el ser humano que no sea inventado por sí mismo, busca la felicidad y la mejora de sí mismo y de los de su alrededor.

Si el mundo fuera una copa, podríamos decir que la razón la vacía, y el optimismo la llena, gota a gota. Brindemos por el optimismo.

6 comentarios en “EL OPTIMISMO

  1. miguelvegamanrique 30 diciembre, 2015 — 13:49

    Buen trabajo del blog. Un rincón interesante que frecuentaré. Abrazo grande!!

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  2. Sobre el sentido de la vida, hay dos ideas que me gustan mucho, la de que el sentido de la vida es convertirse en el sentido de la vida de alguien (la razón por la que mucha gente vive es por una persona o grupo de personas en concreto, una razón respetable, pero que yo no comparto) y la de que el sentido de la vida es algo personal; que cada persona descubre el sentido de su vida, no siendo éste algo único, sino algo personal.

    Y sobre la pregunta de por qué vivimos… Sí, me he hecho esa pregunta mil veces, a diferencia de gran parte de la humanidad, y esto sí que es algo personal.
    Muchas personas, al preguntarles «y tú, ¿por qué vives? ¿por qué no te suicidas mañana mismo?» te responderán «porque tengo una familia y amigos que me quieren y a los que quiero» o algo del estilo, lo que me hace preguntarme «¿tan poco aprecias tu vida, para que la razón por la que vives caiga en alguien ajeno a ti?».

    Cuando me hice esta pregunta, tras mucho pensar, llegué a la conclusión de que vivo por curiosidad: curiosidad por ver qué momentos me quedan por vivir, curiosidad por todas aquellas personas que conoceré, curiosidad por ver todos los nuevos inventos que cambiarán la humanidad y los logros que ésta conseguirá (como colonizar marte o inventar, por ejemplo, el teletransporte). En resumen, curiosidad por todo lo que me queda por vivir.

    Dicho esto, muy buen blog, un saludo, ¡y feliz navidad!

    PD: por curiosidad; y tú, ¿por qué vives?

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    1. Un comentario increíble! Me has sacado una sonrisa con tu razón para vivir, y la comparto sinceramente. Aun así, creo que vivo también por el mero hecho de que me gusta hacerlo, disfruto escuchando buena música (últimamente estoy descubriendo el maravilloso mundo de la música clásica), leyendo un buen libro, así como tocando un instrumento, escribiendo, haciendo deporte o leyendo comentarios interesantes (por poner un ejemplo más).
      Gracias por tu comentario!
      Un saludo

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      1. ¡Gracias a ti por todos tus relatos y reflexiones!

        Si tienes algo de tiempo, echa un vistazo a mi blog (escribo muy poco, solo he publicado un post); ¡espero que te guste!

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